"En una ciudad pequeña, como Santiago de Compostela, se cocina cada día medio millón de comidas. Unas grandes, otras pequeñas, fuertes, ligeras, de plato o de picoteo, para disfrutar entre amigos o para comer con uno mismo. En algunas el tiempo pasa sin más y de la comida sólo queda el plato vacío. En otras la vida da un giro inesperado y el mundo cambia su sabor para siempre: agrio, dulce, o los 2, que es lo más habitual. Y es que comer no es sólo comer. Alrededor de una mesa se abre el apetito, pero también el alma. Por eso en esta ciudad se cocinan cada día medio millón de ocasiones para cambiar el sabor de la vida; en la cena, en la comida, o en lo que dicen que es lo más importante para empezar bien el día, un buen desayuno"
miércoles, 16 de noviembre de 2011
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